Los golpes al vacío: Mateo en Italia.

¡Hola, mis amores! feliz miércoles por la noche para todos.
Siempre hablo mucho al respecto de La prevalente, así que hoy quería dejarles algo especial, espero no les moleste.
Es un fragmento de la historia Los golpes al vacío (para leer la reseña haz clic aquí) cuando Mateo, el personaje principal, ya se encuentra en Italia. Claro, un poco adelantada, pero me gusta mantenerlos al tanto.
Espero disfruten, y esta entrada va dedicada para Aixa, quien está intrigada por Mateo, y quiere saber cómo es mi chico.
También me gustaría mandarle un saludo y agradecimiento, además de las personas que me siguen fielmente todos los días, a las amigas íntimas que colaboran conmigo mediante su arte, como hacer videos e imágenes.
Geecci, Noe, Génesis y Fer, muchas gracias por tener que soportarme.
                                        No se olviden de comentar :)

―Oh, por Dios― gime Diana, asustada y dolida―. Fuiste tú, ¿cierto?.
Mientras lo dice, su rostro comienza a deformarse culpa del dolor y las lágrimas.
Me quedo observándola, entre shockeado y herido. ¿Realmente ella puede creer en la palabra de un viejo juez que no conoce, en vez de a mí? Sé que no nos hemos visto por años, pero realmente no puedo creer lo que acaba de decir.
Observo sus ojos avellana, y ella se los tapa para poder seguir llorando en tranquilidad. Agacho mi cabeza, compungido, sin saber qué hacer, así que comienzo a observar mis viejas zapatillas de lona.
―No puedo creer lo que has dicho― susurro tan bajo, que mi voz apenas es perceptible, pero de todas formas ella me oye, porque me observa nuevamente―. No quiero creerlo. ¿Realmente piensas que yo lo hice?
Titubea un minuto antes de contestarme.
―Mateo, tienen pruebas― me dice toscamente―. Tu sangre está derramada en todas partes, ¿qué crees que puedo pensar?
El corazón me da un vuelco, al tiempo que mi estómago se revuelve.
¿Pruebas? ¿Sangre? Tiene que ser una maldita broma, una muy jodida. Yo si quiera he estado ahí. Alguien me está cagando, estoy seguro.
―Oh, vamos...― comento sin aliento.
La escucho gruñir, entre molesta e incrédula.
―¿Qué? ¿Qué diablos quieres que diga?― le pregunto.
―Podrías empezar siendo sincero― responde.
―¿Lo estás diciendo en serio?― murmuro, de mala manera.― ¡Eres una maldita perra hipócrita! ¡Me ocultaste un hijo por diez malditos años y me hablas de sinceridad! ¿¡Cómo diablos puedes creerles cuando yo no sé si debo confiar en ti!?― mi voz se altera varios tonos, pero no puedo detenerme―. Yo no era tu jodido perro, yo estaba enamorado de ti, Diana. Yo te amaba, y te acostaste con el primer imbécil que encontrabas. Vaya uno a saber si siquiera el pobre niño es mío― bufo, cabreado.― Quiero una prueba de ADN. Y antes de acusarme a mí sin haberme visto en tanto tiempo, mírate a un puto espejo, porque no soy el único que guarda secretos.
Ella se asusta por el tono de mi voz. Salta de la silla sorprendida, y luego su rostro pierde el poco color con el que había llegado. Ahora es blanco, como un fantasma, solo y herido.
Me muerdo el labio, no quiero decirle que lo siento. Ella ha venido luego de diez años solo para tirarme mierda, echarme culpas, ¿y yo no puedo?. 
Los guardias han escuchado la discusión, así que dos de ellos vienen trotando hacia nosotros. Uno de ellos, el más grande, levanta su porra y me hace una seña antes de cogerme por el codo con fuerza y levantarme de mi sitio.
―Se acabó la visita― sentencia su compañero, y hace un gesto con la cabeza hacia la chica que creí haber conocido.― Lo sentimos mucho, señora.
Ella no contesta, simplemente está aturdida, observando hacia el vacío.
Eso es lo último que veo de ella.

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