martes, 10 de septiembre de 2013

La inocencia de tu voz: Extracto oficial.

¡Hola chicos! buen Martes para todos, espero hayan iniciado bien la semana.
Como sabe, hay una historia nueva por aquí (para leer la reseña haz clic aquí) y quería dejarles un pequeño fragmento para que vayan conociendo un poco a Dana y Ariel.
¡Disfruten! y no se olviden que ahora las personas sin cuenta también pueden dejar un comentario, así que aprovechen (y si es posible no olviden colocar su firma a lo último del comentario)
Besitos xx.

Poco a poco, los gemidos de Ariel se convirtieron en un llanto de lo más inesperado.

Alejó su boca de la mía, asustado y se tapó el rostro con sus grandes manos al tiempo que murmuraba algo en voz baja, meciéndose hacia adelante y atrás repetidas veces.
Me quedé observándolo anonadada por un par de minutos, incapaz de articular una palabra hasta que finalmente supe que tenía que hacer algo.
Despacio, me acerqué a él entre las sábanas.
―Ariel ―susurré su nombre lo más cariñosamente posible, para que viera que no iba a hacerle daño y luego toqué su hombro―. Ariel, soy yo, Dana. No te pasará nada. ¿Estás bien?
Levantó la cabeza y me observó, dejando caer ambos brazos a los costados de su cuerpo. Su pecho subía y ascendía lentamente al compás de su respiración, mientras que sus ojos claros me observaban perdidos, tristes.
―¿Dónde estoy? ―preguntó preso del pánico―. No... no lo puedo recordar.
Un escalofríos recorrió mi columna vertebral.
¿Qué podía decirle? ¿Que habíamos estado al borde de algo que él no quería?
―Estás en mi cuarto, ¿Quieres ir al tuyo? ―fue lo único que pude ofrecerle.
Con cuidado, comenzó a pasar la mirada a cada detalle de mi habitación, reparando dónde se encontraba. Finalmente observó mi anatomía casi descubierta.
Solo llevo las bragas y la camiseta blanca corrida, además del cabello despeinado.
―¿Por qué estás medio desnuda? ―inquirió y cuando cayó en la cuenta añadió―. Oh, mierda. No me digas que tú y yo estábamos...
Suspiré. 
―Ni de cerca ―mentí para tranquilizarlo―. Solo fueron cosas cosas sin importancia. Un par de besos― me encogí de hombros para intentar disminuir el problema.
Ariel siguió perdido durante un rato, lo cuál me preocupó
Una vez que me arreglé, logré convencerlo para estar bajo el cuidado de sus amigos. Volví a mi cuarto, sintiéndome más sola que nunca.
Si cualquier otro chico luego de haber estado conmigo hubiera dicho que había perdido la memoria, sabría que estaba mintiendo, ¿quién no ha fingido no recordar a alguien a propósito? pero Ariel era diferente, él es de esos tíos que todavía se preocupan por la sociedad, los animales y no maltratan a una mujer. Y lo que más me preocupó fue que no tenía ni idea de por qué sucedió eso.
¿Debería decírselo a la profesora Araujo? ¿Estaría de acuerdo con lo que hicimos? ¿Le molestaría? La cabeza comenzó a darme vueltas, hasta el punto de sentirme mareada. 
Tenía muchas cosas que procesar por la mañana.



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