martes, 6 de agosto de 2013

Dejando huellas: Adelanto exclusivo, casi al final.

Hola chicos, estoy consciente respecto a que últimamente los tengo un poquito abandonados, y no he actualizado tanto el Blog como debería, así que quise recompensarlos un poco dándoles un adelanto jugoso sobre Dejando huellas.
Les recuerdo que Frederick era el hombre que sedujo y drogó a Ada para luego prostituirla al mejor postor (no entremos en detalles, eso es otro pasaje en la historia) y que Félix es un agente del FBI encubierto que la salvó, junto con otras chicas secuestradas, pero algo pasa entre ellos (otro pasaje de la historia).
Espero os guste, y comenten al respecto.

Puede contener spoilers.
Casi al final. Ada sale por primera vez a bailar luego de tantos meses intentando recuperarse en el internado privado.

Félix echó un pequeño vistazo por encima de su hombro, y comprendió el por qué de tanto alboroto. Al principio su sangre se heló, preso de la sorpresa, pero luego le inundó el fuego y el odio.
Frederick estaba al otro lado de la pista, sentado en la barra mientras tomaba un trago. Su cabello rubio estaba ahora más rojizo y largo, pero seguía siendo él.
Llevaba una camiseta de lino celeste, y unos vaqueros de jeans.
Félix comenzó a maldecir como mil demonios en voz baja, lo cuál le sorprendió un poco a Ada, ya que él quería comportarse lo mejor posible frente a personas con sus problemas. Agresiones y problemas emocionales no suelen ser una perfecta combinación.
―Hijo de puta―siseó entre dientes, echando chispas por todos los poros―. Lo voy a matar, ahora mismo..
Sin más preámbulos, cruzó la pista de baile y a grandes zancadas comenzó a acercarse hacia su objetivo. Y cuando estuvo a punto de llegar, tan solo a unos pocos metros, sintió un tirón en la manga derecha de su camisa.
Se giró bruscamente, preparado para mandar a volar a cualquiera que se hubiese interpuesto en su camino, pero, en cuanto vio a Ada, instantáneamente se relajó con visibilidad, aunque verla con los ojos rojos e hinchados no mejoraba su autocontrol.
―No lo hagas―pidió en un susurro apenas perceptible sobre las vibraciones de la música― solo empeorarán las cosas si te acercas a él, y lo sabes― murmuró con la voz más firme―. Ya se ha ido de nuestras vida, por favor, no hagas que vuelva a entrar― le suplicó con agonía.
Él intentó controlarse, una y otra vez, pero cuando comenzó a hablarle, su tono fue brusco.
―Ese hijo de puta nunca se salió de nuestras jodidas vidas ―le gruñó furioso, aunque no fuese con ella, y con la mandíbula tensa―. No cuando tú no superas lo que pasó. No cuando tengo que salvarte de tus pesadillas todas las noches. No cuando lloras por lo que te ha pasado ―le soltó. Ella cerró los ojos para evitar el contacto visual, y que las lágrimas volviesen a caer ―. No puedo soportar verte así― le dijo, ahora más bajo, con la garganta seca―. Sé que no es la mejor manera, pero en estos momentos solo puedo pensar en arrancarle cada noche de sueño como él te los ha arrancado a ti. Tú no mereces toda esta mierda. Y lo siento.
La miró un par de segundos, pidiéndole con la mirada que no lo detuviese, y con cuidado, se alejó de ella.
Ada observó su cuerpo delgado y musculoso desaparecer entre las personas danzando, hasta finalmente volver a verlo frente a Frederick.
Ella aún lloraba en silencio, sola, pero decidió mantenerse cerca por si él la necesitaba.
Un grito sofocado por la música interrumpió su marcha. Era un saludo al estilo borracho.
―Compórtate― pidió ella, sin decírselo a él directamente.
Frederick volvió a gritar por encima de la música, en reconocimiento de Félix.
Este murmuró su nombre, tenso, a punto de estallar.
―¡Venga, hermano! Dame un abrazo ―gritaba el rubio, mientras se acercaba a él torpemente e intentaba tomarlo por los hombros. ―¿Qué tal estás, he? ¡Vaya!―dijo sorprendido, y luego, tras de él, captó un movimiento. Fijó su vista en el rostro de Ada.― Veo que has dejado salir a tu mascota de su cucha ―comentó divertido.
Félix murmuró un insulto en voz baja.
―Un día de estos podrías prestármela ―continuó―, ya sabes, incluso podría llegar a pagarte. Ella es buena en lo que hace― le guiñó un ojo cómplice.
Ya estaba al límite, con sus manos cerradas en puños, la respiración agitada y la mandíbula sentía como se le desencajaba de su lugar. Frederick en cualquier momento podría a dar un paso en falso culpa de sus bromas sin gracia, y le iba a costar la dentadura, minimamente.
―No, gracias. No me suele gustar compartir― replicó simplemente en tono frío.
En respuesta, su compañero en esta conversación se echó a reír, como si fuera realmente gracioso.
―Uy hombre, no te pongas delicado. Sabes que te pagaré bien―le sonrió ―Esa puta es genial. Vale cada cent...
De pronto, el puño derecho de Félix estampó contra la mandíbula de Frederick con tal impacto que este cayó al suelo.
Mientras el aludido intentaba recomponerse del golpe, la gente se hizo a un lado para poder rodearlos y observar la escena desde un mejor ángulo.
Él intentó levantarse, pero su rival fue más rápido, y antes de que pudiera hacer algún movimiento defensor, lo tomó por la camisa y volvió a noquearlo.
―No te mataré ahora porque éste es un lugar público ―le escupió cada palabra con veneno ―pero no te preocupes, porque sé dónde vives, sé a dónde vas. Ten cuidado de andar solo por la calle a altas horas de la noche, no vaya a ser que te pise con el coche, o te torture un poco más― murmuró mientras le lanzaba otro golpe, esta vez a la nariz.
―¡Félix!― chilló Ada de pronto, tras ellos, desesperada por el pleito―. Por favor, déjalo― comenzó a suplicar entre lágrimas―. No vale la pena. Por favor.
Él se dio vuelta por una fracción de segundo, titubeando respecto a qué hacer, y aprovechando la distracción, el rubio aterrado empujó con ambas manos sobre el pecho del mismo hasta que rodó por el suelo, y luego corrió lo mejor que pudo hasta finalmente llegar a la entrada.
Félix sin esfuerzo se alzó sobre sus propios pies, y lo dejó escapar. Luego, cuando ya no sentía la adrenalina por sus venas y la impotencia comenzó a ceder. Se alejó de la pista hasta finalmente llegar a una esquina deshabitada, donde apoyó la cabeza contra la pared, y en un manojo de nervios derramó algunas lágrimas.
Se reprochó mentalmente que era un imbécil. Había cometido el error de que sus emociones superaran la situación, y se había dejado al descubierto.
Había acabado de echar a perder una fachada del FBI, y había lastimado a Ada, solo porque quería destruir al destructor.
Ella se acercó en silencio, mientras algunos ojos curiosos seguían observando la escena, y con cuidado, pasó sus brazos por detrás y lo abrazó. Él gimió por lo bajo, en respuesta a su contacto cariñoso.
―Debería haberle matado ―susurró con la voz ronca, aún derramando algunas lágrimas ―. No merece todos los privilegios de mierda que tiene.
No contestó inmediatamente, más bien, simplemente dejó que él se desahogara.
―Lo siento ―se disculpó, avergonzado consigo mismo―, se me fue la cabeza.
Ella medió la respuesta.
―Sí, se te ha ido la cabeza― asintió sobre la espalda de él―, pero yo hubiera hecho exactamente lo mismo por ti.
Debajo de tanta amargura, Félix sintió que algo dulce y glorioso en esos momentos crecía en su pecho, lo que logró hacerlo reír en voz baja.
―Creo que somos dos locos irracionales por el otro― concluyó, al tiempo que se daba vuelta sobre sus talones, sin deshacer el abrazo ni salirse de él. La observó fijamente, y ella se sonrojó al tiempo que bajaba la cabeza―. Debe ser un sentimiento profundo. Un poco de amor, supongo― murmuró, y besó la punta de su nariz. 
Ella sonrió ante ese gesto, y una lágrima resbaló de su mejilla.




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