viernes, 26 de julio de 2013

La prevalente: Azul habla sobre su único amigo con Alex.

Puede contener spoilers sobre La prevalente.
Si lo lees es bajo tu responsabilidad.

Azul y Alex, en la casa de este hablando mientras miran una película.
[No está confirmado si la escena va a estar o no dentro del libro físico]

―No he tenido nunca una amiga―frunzo el ceño―. Aunque tuve un amigo una vez, pero como siempre sucede, todo salió mal.Bajo la mirada y observo el suelo de mármol, blanco y pulido. Parece vacío, como mi alma.―¿Realmente quieres escuchar esto? puedes olvidarte el final feliz, aún no lo he encontrado, y tampoco creo que exista. Supongo que si la vida no te enseña suficiente sobre perder la esperanza, la muerte lo hace perfectamente.
Alex me observa fijamente con sus ojos color miel, como si estuviera reflexionando sobre algo, pero no dice nada al respecto.
―Cualquier detalle de tu vida que quieras contarme hace que quiera escucharte. Soy todo oídos, Azul.
Le devuelvo la mirada por un segundo, y noto como el pulso se me acelera debido a la ansiedad del relato. Él sabe que es la primera vez que voy a hablar respecto a esto, sabe lo difícil que es para mí, así que coloca una mano sobre mi espalda y la friega hacia arriba y hacia abajo en gesto de consuelo. Sonrío débilmente hacia mí misma y tomo aire.
―Vale. yo tenía diecisiete años cuando le vi. Su nombre era Eric, era alto, y de piel morena a conjunto con un buen par de músculos tatuados. Llevaba el cabello rubio cortado al ras, y medía cerca de 1,80. Tenía 24 años, y vivía frente al motel de segunda mano en el que me estaba alojando en ese entonces, ya con el poco dinero que me quedaba.
Un día entró fuera de sus cabales preguntando por una tal Jennifer, al parecer su pareja lo había dejado y él se sentía culpable. No podía encontrarla.
Esa misma noche cuando yo volvía de hacer las compras para la cena, lo encontré tirado en la esquina de nuestra manzana, ensangrentado, borracho y llorando como si tuviera diez años.
Al principio no sabía si entrar y dejarlo ahí, o ayudarlo, pero supongo que el remordimiento le ganó a mi fuerza de voluntad,
Lo cogí por la cintura lo más fuerte que pude, y aunque él se tambaleaba, logramos llegar a la entrada del motel. Claro, nada es tan fácil―sonrío dolida ante el recuerdo, y vuelvo a observar a Alex. Él aún está sentado a mi lado en el sofá, con la mirada ausente, escuchando atentamente―.Los dueños del lugar nos dijeron que ellos iban a tener problemas por dejarlo entrar, así que prácticamente nos echaron―Me detengo, reflexionando al respecto, y agrego negando con la cabeza―. Hoy en día la gente con tal de salvarse el pellejo matan y dejan morir. Puede que sea muchas cosas, pero quiero creer que el egoísmo no es una de mis características.
Tuvimos que ir a su casa, la cuál me sorprendió. Era bastante decente, paredes blancas, puertas de madera y muebles de roble. Ya sabes, un tío de esas cualidades no suele ser tan delicado para escoger o cuidar su vivienda.
Lo recosté con el mayor cuidado posible sobre su cama, con una franela húmeda lo limpiaba y desinfectaba las heridas hasta que finalmente se quedó dormido.
Le dejé un vaso de agua con un par de pastillas para el dolor sobre la mesa de luz, junto con una nota diciéndole que cualquier inconveniente debería acudir al hospital y que esperaba que mejore...
―¿Y por qué no lo llevaste tú?―me pregunta de repente, interrumpiendo mi monólogo―. Al hospital, quiero decir.
Frunzo los labios en línea recta, creí que era algo evidente.
―Tenía diecisiete años ― le aclaro, pero él vuelve a mirarme, perdido.― Tenía diecisiete años― vuelvo a decirle, un poco molesta―, era menor de edad, había huido de mi familia adoptiva y me buscaban a nivel nacional. Iban a preguntarme si éramos familiares directos y a pedirme documentación, no pensaba arriesgarme de tal forma. Él solo necesitaba un poco de cuidado y unas aspirinas.
Alex murmura una maldición en voz baja, preocupado.
―Mierda. Lo siento, en serio lo siento. Debería haberlo pensado.
―No te preocupes, estoy más acostumbrada a pensarlo de lo que crees. Son solo detalles.
Me sigue observando, pero yo le sonrío para hacerle saber que no estoy enojada. Últimamente el malhumor constante se ha esfumado. Ahora el poder apreciar cualquier momento de la vida desde otra perspectiva mucho más cálida se me hace satisfactorio.
―Continúa, quiero saber cómo terminó todo― me pide.
Asiento. Una vez que he comenzado, no quiero detenerme. Tengo miedo a no poder volver a decirlo jamás.
―Al día siguiente, me sorprendió encontrarlo en la sala principal, preguntándole a los dueños por mí. Escuchaba una discusión, al parecer ellos no querían ayudarlo, pero yo justo tenía que salir porque estaba buscando algún trabajo, cualquiera. Él me reconoció enseguida. Me sonrió de oreja a oreja, como si verme fuera lo mejor del mundo. Me agradeció por haberle ayudado anoche, y me dijo que me recordaba tan solo por mi cabello, porque el resto le resultaba demasiado difuso― Alex suelta una risita en voz baja.
Cuando nota que lo estoy mirando, vuelve a reír y murmura:
―Lo siento, es que recordé la primera vez que te vi. Había pensado que tu cabello lo habían tomado en las prácticas de peluquería.
Me levanto y tomo un almohadón color crema, se lo arrojo a la cara, pero él lo toma mientras ríe.
―Vale, pueda que tenga el cabello despeinado y un poco colorido, pero no tiene nada de malo. No soy la primera chica que se arruina el cabello―. Vuelvo a acomodarme en mi lugar―, ¿puedo continuar? deja de interrumpirme.
Mi amigo toma mi mano y planta un beso sobre la palma, al tiempo que asiente.
―Tengo todo el tiempo del mundo, me la pasaría escuchándote, Azul. 
Roto los ojos, y continúo.
Estaba demasiado entusiasmado de haberme encontrado, la verdad. Asentí un par de veces y gruñía respuestas cortas, la amabilidad y hablar con desconocidos no era mi fuerte.
Me ofreció reiteradas veces ir a por un café, pero me negué porque no quería perderme el conseguir algún trabajo, así que finalmente me invitó a cenar a su casa, y tuve que aceptar de todos modos.
Por la noche, cuando llegué un poco desanimada porque no conseguí nada, todas las luces estaban prendidas y me esperaba con dos cajas de pizza y un par de cervezas.
Al principio él hablaba efusivamente, agradeciéndome nuevamente, y me contó que había intentado ahogar sus penas con alcohol en el bar de unas manzanas al sur. Cuando ya estaba bastante borracho, comenzó a discutir con unos hombres que él conocía sobre que su novia probablemente había desaparecido para calentar las camas de los demás. Eso lo enloqueció. Rompió la botella y lo golpeó en la cabeza con ella, pero no le sirvió de mucho. Cuatro de los amigos del hombre lo frenaron y atacaron fuera del bar, dejándolo tirado en la esquina.
Eric notó que yo miraba ausente hacia otro lado, escuchándolo en la lejanía sin emitir sonido, y descubrió desde el principio que yo no iba a servirle mucho para conversaciones sociales, así que solo me dijo:
>>―Apuesto a que probablemente no se te da bien hablar porque has tenido una vida de mierda, ¿me equivoco?<<
No le contesté, pero sabía que había acertado.
Con el paso del tiempo los meses continuaron, él respetaba mi silencio rellenándolo con relatos de su vida cotidiana. Yo no pensaba revelar nada sobre mi vida, y lo aceptaba sin decir nada al respecto, por lo cuál comencé a tenerle afecto.
Una tarde de Junio, la policía allanó su vivienda y lo detuvieron por posesión y distribución de drogas. Era un buen chico, pero había tomado las decisiones equivocadas. 
Gracias a que él jamás mencionó que éramos una clase de amigos, la policía no me involucró en sus asuntos. Creo que supo que tenía algo que ocultaba y no quería que saliera a la luz, aunque no fuera tan oscuro como cualquiera pudiera pensar. Simplemente no quiso ensuciarme las manos de algo que no estaba al tanto, y le estoy enormemente agradecida.
Luego de un par de meses, me llegó una llamada. Desde la cárcel en la que fue condenado, me avisaron que Eric se había suicidado y había dejado una carta aclarando que dejaba todo, absolutamente todo a mí nombre. Lo único que hizo fue dar datos falsos para que luego no pudieran encontrarme, y me pedía que vendiera su casa y comprara la mía propia para comenzar una nueva vida. Al final de la carta recitaba:
Y no seas tan testaruda, niñita. Me has abierto el corazón, no cierres el tuyo.
Fue la primera vez que quise llorar en tantos años, pero me resistí.
Cuando retiré todo, me sorprendió saber que era una clase de millonario. Supongo que era parte del disfraz mantener la guardia baja. Vendí la casa,y ese dinero al igual que la otra mitad que me dejó lo doné a instituciones que ayudaba a las personas pobres o sin lugares donde vivir, también compré la pequeña casa en la que hoy me encuentro, y tengo algo ahorrado por si acaso― me encojo de hombros, intentando restarle importancia.
El rostro de Alex de pronto se descompone hasta que su piel es del mismo color que el piso. Quiere decir algo, aunque no sabe qué.
―Azul― murmura mi nombre con melancolía y toma mis manos entre las suyas―, yo lo sien...
―No― interrumpo, sin dejarlo terminar la frase―. Por favor, simplemente no digas lo siento. No necesito compasión, lo digo en serio, Alex.
―Eres tú la que no entiende― murmura exasperado―. No todo se trata de sentir lástima o compasión― se levanta, y comienza a caminar por la sala, sin saber muy bien qué hacer―. Se trata de que has pasado cosas muy duras, ¿vale?. Yo también perdí muchas cosas. Sé lo que se siente estar perdido, fuera de lugar sin poder encajar en algún sitio, como si todo fuera tu culpa, pero no es así. Sé que eso que siento yo, también lo sientes tú, así que no vengas con evasivas y gilipolleces. Eras una niña cuando todo comenzó, está bien sentirte perdida―, se arrodilla frente a mí―, ¿me escuchas? está bien que desconfíes, está bien que te duela, pero ya no lo hagas conmigo. Yo no soy un desconocido, soy tu amigo, quizás tú no lo veas como tal, o quizás quisiera hacer otras cosas, pero yo soy tu amigo. No pienso irme a ningún lado, si eso es lo que piensas. No voy a desaparecer, será muy difícil que puedas deshacerte de mí.
Comienza a formarse un nudo en mi garganta, pero lo reprimo lo máximo posible. Tomo mi cabeza con las manos e intento no llorar. Una vez que las emociones comienzan a despertar, es difícil controlarlas.
―Basta― gimo en voz baja, con la voz ronca debido al llanto contenido―. No puedo soportarlo. Deja de dar tus monólogos. Lo que suceda en tu vida no es problema mío, como a ti no te conciernen mis problemas. Quizás no debería habértelo contado si sabía que ibas a reaccionar así. No sé qué te ha dado este tiempo por meterte donde no debes― inhalo una gran cantidad de aire, y vuelvo a sacarlo―. No deberías preocuparte tanto― comienzo a reprocharle, casi en un susurro―, no entiendo por qué lo haces. Es todo demasiado nuevo, y no estoy acostumbrada a todo esto. No llego a comprender por qué te importa tanto― mi voz se rompe en la última palabra.
Levanto la cabeza, y a través de las lágrimas gruesas puedo ver a Alex, con el rostro humedecido por su propio llanto silencioso.
Joder, ¿lo he lastimado?.
―Azul― vuelve a murmurar mi nombre, como si fuera una caricia suave y dulce, arrastrando cada letra sobre su boca―. Eres fabulosa, toda tú. Tanto por fuera como por dentro. Jamás he visto una chica tan hermosa que sea al mismo tiempo igual de fuerte. Y me refiero a que eres hermosa con esto― dice tocando el lado izquierdo de mi pecho, donde siento los latidos de mi corazón― incluso con ese cabello y esa ropa que usas tú.
Ambos reímos sobre nuestras propias lágrimas, y sentir esa ligereza luego del dolor fue como oler el perfume de las rosas en el primer día de primavera.


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1 comentario:

  1. Me gusto mucho. ojala este en la novela! Alex me parece tan tierno :3 ... azul no me simpatiza mucho aun! jaja Sigue escribiendooo

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