Hoy les traigo el cuarto capítulo de La inocencia de tu voz (puedes leer el primer capítulo aquí). Espero lo disfruten tanto como yo disfruto escribiendo y compartiéndolo con ustedes.
Como siempre, quiero agradecerles a cada una de las personas que entran constantemente al grupo privado, la página y el blog. Me hace muy feliz saber que están ahí. Y también quiero decirle gracias a Yami y Noe, que me siguen paso a paso y me hacen sentir muy bien.
También les recuerdo que pueden ver el tráiler
Capítulo cuatro:
Anestesia.
No me dirigía específicamente a la catedral. Mi interés
religioso disminuía de cero, no porque fuera atea o no estuviera al tanto de la Biblia, simplemente tenía mis conjeturas personales respecto al
tema –aunque fui bautizada de forma católica–, no estaba a favor de ninguna
iglesia en particular.
En realidad me dirigía hacia el puente de Londres, aquél
que hace más de dos mil años los romanos construyeron en madera y actualmente, tras
continuas reparaciones a lo largo de los años, podía admirarse en piedra de
granito. Lo observé desde donde me encontraba –en la entrada sur, tan solo a
unos cuantos metros– preguntándome cuántas personas habrían estado en un lugar
como ese para pensar mientras observaban aquella belleza inmaculada y no
sentirse solas.
Comencé a caminar hacia la zona peatonal en el momento que
los relámpagos hicieron su aparición. Un segundo más tarde un rayo explotó a
unos kilómetros más al noroeste del puente, lo que hizo que varias personas agilizaran
el paso a causa del pánico. Por mi parte, seguí caminando en armonía hasta que
finalmente me encontré en el centro del puente. Apoyé ambos brazos en la
barandilla para sostenerme y admirar la vista que se extendía frente a mí. La lluvia
comenzaba a caer despacio, casi con dulzura mojándome de pies a cabeza –la
chaqueta con capucha no era suficiente refugio– al tiempo que varios barcos,
lanchas y veleros volvieron a tierra firme tras probablemente una larga marcha
por el río Támesis.
Estaba segura de que la vista era una de las más hermosas
que había visto en mis veinte años de vida. De fondo podía admirarse las luces
de la ciudad a conjunto con los edificios que se reflejaban de forma difuminada
en el agua cristalina, mientras que la tormenta creaba un ambiente de paz y
añoranza que me recordó a mi niñez. Mis padres solían traerme aquí todo el
tiempo cuando tenía poco más de ocho años. Mi padre –un hombre de complexión mediana
que adoraba leer libros sobre historia– siempre decía que denominar lluvia a
aquél acto tan puro de la naturaleza era algo tan simple que solo el ser humano
no era capaz de admirarla en todo su esplendor. En aquél momento no lo
comprendí porque era demasiado joven para hacerlo, pero ahora, al sentir el
viento azotándome el cabello, la lluvia anestesiándome el dolor, estaba casi
segura del verdadero significado.
Estuve en silencio durante un tiempo indefinido, hasta
que finalmente comencé a estornudar y tiritar por haber permanecido bajo la
lluvia durante lo que probablemente fueron al menos dos horas. Agotada, di
media vuelta para echar a andar nuevamente hacia la zona sur y así poder
encontrar el primer subterráneo que me llevara al centro, donde mi apartamento
se localizaba.
Esta vez el viaje fue mucho más lento, aunque tal vez
influyera el hecho de haber estado mojada y soñolienta. La mayoría del trayecto
intenté distraerme utilizando el móvil con acceso a internet y las redes
sociales. Desgraciadamente, en determinado momento, estaba saturada de leer
constantemente las mismas publicaciones, por lo que decidí recostarme en mi
asiento y observar a la gente de mi alrededor en un intento por no dormirme.
A mi derecha –dos asientos por delante del mío– se
encontraba una anciana con aproximadamente setenta años de edad; llevaba el
cabello canoso por los hombros de una forma prolija a conjunto con unos
pantalones de chándal cómodos y una camiseta manga larga color gris perla por
encima de un anorak unisex de un tono más oscuro. A su lado se encontraba una
niña de no más de seis años de edad envuelta en un pequeño vestido rosado con
una chaquetita negra. Su cabello consistía en miles de bucles rojizos naturales
esparcidos alrededor de su rostro ovalado, enmarcándolo de forma sutil, lo que
la hacía parecer más preciosa de lo que ya era. La criatura jalaba con dulzura
la manga de la anciana y ella le correspondía con una sonrisa para luego
regalarle un dulce. El gesto se repitió durante un par de minutos hasta que una
mujer rubia, que no parecía tener muchos más años que yo, corrió en esa
dirección para tomar a la niña en brazos. Desde mi lugar no lograba escuchar la
conversación por completo, pero, por los gestos de desesperación de la chica,
estaba casi segura de que había perdido a su hija cuando subió a la maquinaria
y la señora pudo retenerla lo suficiente para que ella pudiera encontrarla
comiendo caramelos.
Finalmente el subterráneo se detuvo en la parada B-712, donde bajé. El trayecto que me
esperaba consistía en menos de siete manzanas hasta llegar al campus. Caminé
con pasos agigantados las calles hasta que derivé en la entrada del lugar.
Frente a mí se expandían mínimamente dos hectáreas de
vegetación, a cada lado del césped verde brillante se hallaban los diez
edificios de ladrillo rojizo con techos de hormigón negro de extensos siete
pisos de alto y varios metros de largo. Entré a uno de los alojamientos de la
derecha para comenzar a subir los escalones con cuidado. Una vez que entré al
piso, lo primero que hice fue desprenderme de la ropa que se encontraba pegada
a mi cuerpo para meterla en la secadora mientras observaba el obvio hecho de
que Caroline y Trevor habían vuelto a salir, por lo que me metí en la ducha
caliente. El agua me quemó varias veces, aunque no estuviera lo suficientemente
caliente, porque yo era a niveles prácticos un témpano de hielo.
Salí del cuarto de baño envuelta en una toalla esponjosa
color rosa crema. Me acerqué a la cama y tomé el móvil, que estaba secándose,
para escribirle un mensaje de texto a mi amiga.
No estoy a favor de vernos tan poco en estos
últimos días. Tenemos que hablar. Te quiero.
Lo dejé nuevamente en su lugar para poder ponerme ropa
seca cuando el celular sonó un par de minutos después. Volví a cogerlo, aunque
esta vez me senté.
Trevor tuvo un problema familiar y salimos de
imprevisto. En la noche ya estoy allí y podemos hablar de lo que quieras. Estás hecha toda una dulzura ¡te
extraño!
El estómago se me contrajo de preocupación al leer la última línea. Me
pregunté si repentinamente me había vuelto más empedernida respecto a los
buenos sentimientos, como el amor y la esperanza. Caroline tenía razón, nunca
en la vida había estado preocupada por alguien más ni mucho menos demostré
algún tipo de remoto afecto y ella sabía muy bien mis razones. También lo
aceptaba, no estaba de acuerdo, pero aceptaba mis actitudes y decisiones porque
sabía que, como yo no podía cambiar sus costumbres, ella no tendría por qué
cambiar las mías.
En voz baja maldije a mi familia, amigos, a Ariel y
cualquiera que se haya cruzado en mi vida para hacerme lo que soy. No estaba
acostumbrada a sentirme abrumada por los sentimientos, así que, en cuanto
salieron a flote, un sollozo se deslizó involuntariamente por mi garganta hasta
llegar a mis labios, haciéndome estremecer de dolor.
Tampoco sabía específicamente por qué estaba a punto de
llorar –aunque reprimía lo máximo posible el impulso de hacerlo–. Quizás
simplemente no estaba preparada para afrontar que las personas eran algo más
que objetos o beneficios, que eran más que una mancha negra en tu vida. Eran
humanos: llenos de vida tocando a la muerte, desbordando errores en un mundo
imperfectamente feliz, pero sobretodo, rozando el amor en un mundo violento.
Las oleadas de soledad se fueron acumulando en mi corazón
hasta dejarme sin aliento, preguntándome por qué Caroline tenía que desaparecer
justo en unos de los momentos más drásticos de mi vida.
Intenté concentrarme en el lado positivo, lo cual me
llevó más tiempo del que quisiera admitir. Tras un minuto de concentración, al
menos, dejé de hiperventilar. Me levanté despacio de la cama para luego poder
dirigirme al botiquín del cuarto de baño e hice algo totalmente innecesario:
cogí un par de fármacos Zolpidem para dormir. Leí las instrucciones con
antelación para consumir la cantidad de pastillas necesarias y, una vez hecho
el acto, nuevamente volví a tirarme en mi lugar, sin molestarme en tapar mi
cuerpo con las cobijas, aunque sabía que probablemente al día siguiente pescara
una pulmonía o algo similar dado al frío que había hecho y más por haber estado
bajo el ojo de una tormenta.
Comencé a divagar,
imaginándome a las personas que yo apreciaba –no eran muchas–, preguntándome si
ellas sentirían lo mismo por mí. Supe que sí, en su mayoría el amor era
correspondido, y en otros casos, no tanto. En un pequeño rincón de mi cabeza me
pregunté si Ariel podía ser como mi padre: abandonarme cuando estaba dañada,
cansada, siendo tan pequeña que podría tropezarme al caer. Las imágenes, los
rostros y los sentimientos fueron agolpándose en mi mente hasta que me desmayé.
Me desperté sobresaltada
por unos gritos amortiguados en mi cabeza. Gruñí molesta en mi fuero interno, dudando
si todo se debía a un producto de mi imaginación o realmente alguien estaba
aullando en voz alta de una manera desaforada. Supe que era real en cuanto un
manotazo azotó mi cara con fuerza y abrí los ojos sorprendida. Al principio me
costó enfocar la visión debido al sueño, también noté que aún la pesadez de las
pastillas entorpecía mis reflejos, pero finalmente me encontré con el rostro
espantosamente pálido y horrorizado de Caroline. De fondo, a tan solo un par de
metros de distancia, podía ver a Trevor con la misma expresión.
―¡¿Quieres explicarme qué
carajos es esto, maldición?! ―gritó de una forma violenta que nunca había
escuchado en ella. Sus ojos estaban desorbitados y enrojecidos, mientras que
con una mano sostenía el frasco de somníferos―. ¡Pensé que estabas muerta, joder!
¡¿Cómo diablos puedes hacerme esto, Dana?! ¡Estuve al menos quince minutos
intentando moverte!
Y de la misma forma que me
gritó, se echó a llorar con desesperación.
Me quedé inmóvil durante
un momento por precaución y, francamente, por la sorpresa de su reacción. Una
vez que ella cayó de rodillas al suelo y Trevor la tomó por los hombros para
tranquilizarla, me acerqué.
―¿Realmente crees que
podría quitarme la vida? ―susurré dolida― ¿Realmente crees que yo podría irme y
dejarte sola aquí?
Me agaché hasta que
finalmente quedamos frente a frente, aunque ella se tapaba el rostro con sus
manos para poder llorar sin interrupciones. Con cuidado, tomé mis manos entre
las suyas y las entrelacé.
Su labio inferior temblaba
sin parar al tiempo que seguía llorando y fregándose la nariz con el dorso de
su jersey azul marino.
―No vuelvas a hacer algo
así jamás. No quiero que te tragues un puñado de putas pastillas sin una
maldita receta médica. No quiero que
tomes nada y me importa una mierda por qué lo hiciste, ¿vale? ―Dicho esto,
gimió de tristeza―. No quiero perderte. ¿Es que no entiendes cuánto significas para
nosotros? Para el mundo entero, Dana. Para todo el mundo.
Sus palabras calaron
profundo, alcanzando una fibra pocas veces tocada en mi corazón. No quería
añadir más dolor o más cargas a estos últimos días, pero, de pronto, quise
explicarle todo. Decirle lo que tenía miedo de admitir en voz alta.
―No puedo resistir más
dolor ―susurré tan bajo que no sabía si podría escucharme―. No puedo resistir
un segundo más toda la mierda que me rodea. Estoy a punto de caer.
Ella lo vio con claridad
sin necesidad de que le aclarara algo al respecto. Me tomó por los hombros y me
estrechó entre sus brazos, dándome su fuerza para soportar el día a día.
Nos quedamos en silencio
durante varios minutos y luego, de forma amable, Trevor se excusó para dejarnos
espacio a solas. Caroline, sin soltarme las manos, me llevó hacia la cama,
donde nos sentamos una frente a la otra con la cabeza gacha. Se quedó pensando
durante un minuto hasta que inquirió en un susurro con la voz rota:
―¿Qué está pasando?
Nuevamente me quedé
quieta, respirando lentamente. No sabía específicamente qué pasaba. Mi cabeza
era un lío. Conocer a Ariel me había hecho recordar a viejas cosas con las que
no estaba a gusto.
―Conocí a alguien ―le
contesté con cuidado.
―¿Ese imbécil te lo está
haciendo pasar mal? ―gruñó interrumpiéndome de forma molesta, probablemente
dispuesta a gritar a quien quiera que fuese.
―No, no es eso ―le aclaré―.
No es en el sentido que tú crees. Solo nos hemos visto por casualidad un par de
veces, pero hay algo en él… ―Me callé, demasiado aturdida―. Me hace extrañar a
mi padre ―gemí por lo bajo, avergonzada de mi confesión.
Alzó la vista para
observarme con los ojos abiertos de par en par.
―¿Y por qué diablos te
recuerda a él? ―murmuró de forma retórica―. Disculpa que te lo recuerde, pero
lo odias.
―¡Lo sé, Caroline, créeme
que lo sé! ―grité furiosa conmigo misma por ser tan débil― Joder, claro que lo
sé. Tomó las maletas y se fue dejándome sola como un puto perro de la calle ―gruñí
con un nudo en la garganta, a punto de llorar―. Tienen el mismo maldito color
de ojos y los dos actúan como criaturas inofensivas. Tengo miedo.
Mi pulso comenzó a acelerarse
violentamente luego de la última
confesión. Pude sentir el calor elevándose por mis mejillas y la picazón detrás
de las orejas, producto de mi vergüenza evidente.
Caroline también estaba
claramente alterada. Sus ojos nuevamente estaban rojizos intentando contener el
llanto, mientras que las aletas de su nariz se abrían cada vez que inhalaba
profundamente para intentar serenarse.
―¿A qué le tienes miedo?
¿Estás enamora…?
―No ―la corté a mitad de
frase―. No, claro que no. Apenas le conozco. Definitivamente no. Solo tengo
miedo de no soportar verlo cuando quiera hacerlo.
Mi amiga me observó
frunciendo los labios y luego comentó:
―Tú nuca habrías dicho eso
sobre un chico. Puede que no estés enamorada porque solo se han visto muy pocas
veces, pero creo que él podría calarte profundo si lo dejaras*.
―Tal vez simplemente no
quiero dejar que nadie lo haga.
Ella suspiró de forma
cansina.
―Dana, cariño ―susurró con
voz maternal―. Eres muy joven, ambas lo somos. Es normal enamorarse de la vida,
de las personas. No tienes por qué tener miedo, tarde o temprano pasará. Sé que
has pasado muchas cosas en tu infancia y eso afectó tu adolescencia, pero, por
favor, no te hagas esto. Solo te estás perjudicando.
Procesé el significado de
aquellas palabras con cuidado, sopesando en las posibilidades.
―¿Qué diferencia habría si
yo me enamorara? ―pregunté sin querer una respuesta directa―. Un sentimiento no
puede borrar un recuerdo, siquiera se puede comparar una cosa con la otra. Hay momentos
de mi vida que ni tú sabes, Caroline, y esos momentos que tú no sabes son las
que yo no puedo borrar de mi piel.
Me levanté sin punto fijo,
mientras escuchaba de fondo el sollozo roto de mi amiga. Probablemente no
estuviera conforme con mi respuesta, sé que le estaba rompiendo el corazón,
pero yo no pensaba terminar de romper el mío.
¡No se olviden de comentar, dar me gusta y compartir! la difusión es muy importante para mí.
Pueden votar la novela en Wattpad: La inocencia de tu voz
Para dudas sobre la novela, la autora o sus otros proyectos: Preguntá sin miedo aquí
Mi página de facebook: Puppii Bundo en facebook.
Nuestro grupo privado: Escritos Puppii Bundo.
Mi facebook personal: Agregame y no te pierdas de nada.
*Calar profundo: Es una forma de decir que una persona puede tocar fibras sensibles. Tocar tu corazón.
*Calar profundo: Es una forma de decir que una persona puede tocar fibras sensibles. Tocar tu corazón.
¡Puppii! Felicidades, te ha quedado excelente y en cada capítulo me dejas más a la expectativa.
ResponderEliminarMe ha encantado, de verdad. Describes todo a la perfección.
Un sentimiento no puede borrar un recuerdo, siquiera se puede comparar una cosa con la otra. Hay momentos de mi vida que ni tú sabes, Caroline, y esos momentos que tú no sabes son las que yo no puedo borrar de mi piel."
¡Perfección!
-FannyMoony.
Pd. Espero con ansias la actualización, hermosa.
Hasta hoy pude leer el cap. Esta buenisimo, me encantan tus personajes :D porque son muy reales, la sensacion de sentir algo y no saber que es o no aceptarlo es tan humano y me encanta como lo presentas
ResponderEliminarHasta hoy pude leer el cap. Esta buenisimo, me encantan tus personajes :D porque son muy reales, la sensacion de sentir algo y no saber que es o no aceptarlo es tan humano y me encanta como lo presentas
ResponderEliminarHasta hoy pude leer el cap. Esta buenisimo, me encantan tus personajes :D porque son muy reales, la sensacion de sentir algo y no saber que es o no aceptarlo es tan humano y me encanta como lo presentas
ResponderEliminar¡Me encanta!
ResponderEliminar¡Puppi! ¡Me gustó el capítulo y ya te lo dije! Lo que se viene va a ser sencillamente genial. Jaja.
ResponderEliminar¡Te quiero mucho y a seguir adelante con la escritura que tenes que terminar esta novela!